El silencio:
Aquél lastimoso deseo
De la verdad fúnebre
Que solo se conoce así misma,
Por su yang prohibido
Que duerme entre círculos
Atado a rituales jocosos,
El baile eterno
Que uno aprende
Con reproche odioso y temeroso,
Como niño que visita
Con inocencia traumática
Su vacuna recurrente,
Nunca le contaron
A esa pequeña inocencia
Que él desea esa vacuna
Que le encantaría inyectarse la infinidad en ella,
Nunca le contaron
Que no hay remedio posible
Para la dichosa e infructuosa verdad,
Debieron contarle
Que eso no se debe saber
A la tierna edad de juegos
Ahora, él se dice con nostalgia
Que siempre será... tarde.
Barroso Nahuel
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